Los responsables políticos han manifestado que los recortes en el presupuesto de sanidad que se están aplicando comportarán ciertas molestias derivadas de la centralización de algunos servicios y un alargamiento de los tiempos de espera para diagnósticos y para intervenciones quirúrgicas en patologías sin riesgo vital. Han dicho también que se trata de salvar el sistema sanitario. Esto es probablemente cierto, pero está lejos de ser toda la verdad. La población tendría que saber que un recorte de la envergadura de la que se está haciendo tendrá otras consecuencias más graves: Los servicios de cuidados intensivos y otros dispositivos para enfermos críticos quedarán reducidos a la mínima expresión durante muchos meses, algunos quizás indefinidamente. Se reducirá drásticamente la presencia de anestesistas, cirujanos y otros especialistas a los servicios de urgencias y a los cuerpos de guardia de los hospitales. Estas dotaciones quedarán muy por debajo del que hasta ahora se ha considerado razonable y adecuado, con el consecuente riesgo vital que puede significar por los pacientes con patologías más graves.
Por otro lado, miles de enfermos crónicos verán empeorar su calidad de vida. Los controles periódicos se espaciarán. Se restringirá mucho la dispensación de algunos fármacos, ciertamente caros, pero que han demostrado ser más eficaces que las alternativas más baratas que se proponen. El mismo puede pasar con algunos tratamientos del cáncer.
La reducción de plantillas comportará que se pueda dedicar menos tiempo a cada paciente. Se retrasarán diagnósticos y, por lo tanto, tratamientos. En algunos casos, este retraso empeorará el pronóstico de la enfermedad. Se producirán más errores, imprecisiones y confusiones debidos a la sobrecarga de trabajo del personal y al debilitamiento de los sistemas de aseguramiento y mejora de la calidad.
Seguir manteniendo, a estas alturas, que la calidad de la asistencia no se verá afectada es un insulto a la inteligencia de cualquier persona mínimamente informada. Muchos profesionales creemos que los daños que esta actuación provocará sobre el sistema sanitario público serán irreversibles. El sistema sanitario que se salvará será diferente y notoriamente peor que el que tenemos ahora.
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